La templanza y la capacidad de contemplación
son hoy mis mejores aliadas,
porque me hubiese arrancado los pelos de la cabeza,
hubiese hervido de nervios,
hubiese caído lentamente, día a día, en la desesperación.

Quizás mal parado,
quizás condenado, como sea,
la templanza y la contemplación no me deben faltar. 

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