Entradas

Mostrando entradas de abril, 2016
Vivo en un otoño constante. Puedo amarte, quererte y dejarte. Lloro y río en poco tiempo. Ser feliz y morir por dentro. Todo está vivo, todo siente. El tiempo pasa y nada lo detiene pero todo está marchitándose. Puedo disfrutar lo que queda o consumirme. No depende de mí, si no sé dominar mi existencia. La vida se va, otra llega. Nadie puede explicar la naturaleza. No hay destino. No hay hechos. No hay un camino. Transitamos bajo tantos cielos.
  ¿Cuántas veces dije que iba a cambiar? Esta no va a ser una vez más. porque sé que aunque diga lo que diga, voy a seguir siendo yo. Y yo soy lo que hago, aunque no me guste. Yo soy lo que siento, aunque a veces no tome en cuenta mis sentimientos. Yo soy lo que pienso, aunque lo padezca. Y yo soy lo que digo, aunque me arrepienta. En fin, la verdad es que no sé cuál es el problema: ni la muerte, ni el ser, ni siquiera el amor. Siempre vuelvo al vacío, pero ya no sé si eso es lo que duele, lo que lastima.   Algo más ocurre, un pensamiento está atrapado en mi cabeza y no logro liberarlo. Una presencia constante, oscura, se mueve entre los huecos de mi mente. Liberación! Eso necesito. Liberarme de qué? De mí, por supuesto. Debo descubrir una forma para ser sólo cuerpo, o sólo pensamiento; esta ambigüedad me quiere matar.   Tantos altibajos, tanto odio y también tanto amor. Sin embargo persiste la sensación de que el fondo sigue sin contenido. Reflexiono una vez más y llego a una conclu

Y otro domingo, sólo eso.

 Puede ser que esto me afecte de verdad. Necesito ayuda, lo sé; si mis ojos gritan pidiendo consuelo todo el tiempo. No puedo relajarme, no puedo disfrutar. Mi cabeza se vuelve un estorbo, no puedo disfrutar ni siquiera de la piel.  Un mecanismo que se retroalimenta, que nunca se detiene, que me asesina y me revive una y otra vez, una y otra vez, desde hace tiempo esto me pasa. Empezó de repente y sólo se agravó. No sé si quiero pararlo ahora o en realidad quiero exprimir hasta la última gota de mi capacidad de reflexión para que indefectiblemente se autodestruya. No hay salida, la entrada no es una opción. Entre ansioliticos podré sobrevivir pero ¿eso no sería igual a morir?  Quizás descubra en algún tiempo mi punto límite, mi resistencia al dolor, al vacío, a la soledad interior (que es la peor soledad) o quizás poco a poco esto vaya mermando y me convierta en uno más que sigue las normas sin cuestionarlas.