De lo que se trata el crecimiento es de darse cuenta de los propios errores, pero sin temor a experimentarlos. 
De tratar al otro con el mismo tacto que se trata a uno mismo, salvo en esos momentos en que somos autodestructivos. 

Quién no tuvo esos momento en los que la oscuridad de la noche era nada en comparación a la penumbra que se siente, y se sabe, detrás de los ojos. Cuando en la nuca se intensifica un cosquilleo mitad diabólico, mitad placentero. Cuando las piernas se mueven sin pensarlo, cobran vida y peso. Cuando la mandíbula pide a gritos calor, mientras las manos, ansiosas, esperan la próxima piel. 

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