Parsimonia y Belleza

Yo muestro mis entrañas, mi cerebro y mi corazón de movida, rápidamente. 

No importa si atraen o repelen.
Me expongo porque soy seguro,
aunque seguro de tantas cosas no estoy.

Lo que tengo lo comparto,
y lo de otros lo quiero probar.

Aporía que siento en lo más hondo de mi ser:
saberme efímero y querer comprender todo lo que alcance.
Allí todo es nada.
Allí es donde todo se vuelve calma. 

¿Habrá cobrado menos valor, para mí, mi propia existencia?
¿De esto hablo cuando digo que me volví más liviano?
Si todo se divide entre los de adentro y los de afuera,
entre esos y los míos, los que quiero, 
en ese caso debería afirmar, puesto que
los de afuera ya no me interpelan.

En el fondo y en la superficie veo circunstancialidades,
entre ellas estoy yo, haciendo lo propio. 
Me rodean, me constituyen,
pero sé que hay sentimientos que están inamoviblemente más allá.

¿Será este un gran consuelo, que me hace ver belleza parsimoniosa a mi al rededor,
a pesar del caos y el sufrimiento?
¿Será el vicio de la miel y el vino, de los besos y el calor,
que inamoviblemente no quiero abandonar?

Sí, vicio y frontera entre esos y los que quiero, los de afuera y los de adentro. 

Sé, o quiero creer, que a esos sentimientos inamovibles no llega cualquiera.
Y mi construcción personal apunta a tener poder de selección.

Barrera. Límite. Criterio.


Comentarios

Entradas populares de este blog