No espero resucitar

  Entre lo que pienso y lo que digo hay un profundo y oscuro abismo; pero en lo que intento no pensar está la perdición. ¡Que iluso! querer tapar pensamientos, cómo si eso fuera posible, el problema real es estar o no estar preparado. Encerrado, siempre encerrado, en mí mismo, en mi habitación o en cualquier lugar.
  Buscar libertad y dejarla escapar por miedo. La historia de la humanidad es voluntad de poder y en el medio desamor e incertidumbre, no se puede escapar, aunque sí ignorar.
Son dos caminos: vivir sin cuestionar o cuestionarlo todo, sí tomas el último no tenes posibilidad de dar vuelta atrás. Hace siete años estoy en este camino, entre de lleno, al 100 por ciento y me perdí; a veces me encuentro entre la algarabía y lo tormentoso del paisaje pero, aunque pueda ver con claridad, me vuelvo a perder una y otra vez.
  Al principio no entendía qué pasaba, hoy tampoco lo entiendo del todo pero focalizo a través de mí. Antes quería entender a los demás pero eso sólo me llevó a la frustración y el llanto. Es difícil que la estupidez no te frustre, es difícil no caer ahí o no sentirse un estúpido, un idiota que no puede ni siquiera disfrutar algo de verdad.
  ¿Por qué no puedo sentir más?
  ¿Yo solo me lo impido de alguna manera?
  ¿No hay algo más? Como sea, no estoy satisfecho. Necesito romper barreras, necesito creer que puedo creer para poder avanzar. El camino no tiene un rumbo fijo, quizás yo pueda trazar uno. Sin embargo siento que no hay salidas, como dije: la entrada no es una posibilidad.
  Van siete años y no espero resucitar.

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