Pensar es tanto una virtud como un padecimiento. Pensar es salud en la enfermedad. Pensar es estar encadenado volando por el cielo nocturno. Pensar es algo que nunca debemos dejar de hacer, pero cuando menos lo hacemos nos sentimos mejor. Pensar es construirnos y autodestruirnos a la vez. Pensar es tener ganas de vivir y estar muerto. Pensar es nuestra salvación y perdición. Pensar no nos lleva muy lejos, pero nos hace viajar que es mejor que estar quieto.
Afuera se siente el latido de la desesperación. Adentro, cuando pierdo el control, también. Ola de pensamientos intrusivos, ramas secas tiradas en la hoguera, alimento de la ansiedad. La bronca y la impotencia se mastican. A mí el tiempo me enseñó que no son un buen placebo. Entiendo que el amor es un acto, un verbo, quizás hasta sea el remedio tan esperado. Entre todo lo indecible y caótico hay algunas certezas, como que me sigue calmando el jazz en piano y que te quiero seguir mirando de cerca.
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