Pensar es tanto una virtud como un padecimiento. Pensar es salud en la enfermedad. Pensar es estar encadenado volando por el cielo nocturno. Pensar es algo que nunca debemos dejar de hacer, pero cuando menos lo hacemos nos sentimos mejor. Pensar es construirnos y autodestruirnos a la vez. Pensar es tener ganas de vivir y estar muerto. Pensar es nuestra salvación y perdición. Pensar no nos lleva muy lejos, pero nos hace viajar que es mejor que estar quieto.
Vorágine, calvario.
Si caigo en el desgano estoy perdido. Uno no puede más que cansarse si ve las cosas estáticas. Me cansaría de mí mismo si no estuviera en mutación, en movimiento. La muerte está cada vez más cerca. Esa es una máxima incuestionable temporalmente. Lo que se va no vuelve y las cosas no se repiten tal como fueron. Tanto padecimiento (ajeno y propio), uno tampoco puede vendarse los ojos. Pero ¿de qué se trata todo esto? ¿De cuidar a la familia? ¿De amar al de al lado? Ridículo sería esperar una certeza más que la emoción. Hay que mirar más allá. Sí, más allá. El sol que abrasa... que consume. Arena y polvo. Ansiedad y gritos mudos. Abrasado de odio. Luego se me pasa y río. Abrasado de alegría, agradecimiento y consuelo.
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