Las reglas son inútiles, por lo menos para mi, siempre que pude las rompí, y lo voy a seguir haciendo, no quiero que nadie me diga que tengo que hacer, no quiero que nadie me diga que esta bien o que esta mal, yo se lo que soy y se lo que hago y también se que no soy menos que nadie. Las reglas están echas para la gente que deja que la boludeen, y no me coincidero una de esas personas.
Afuera se siente el latido de la desesperación. Adentro, cuando pierdo el control, también. Ola de pensamientos intrusivos, ramas secas tiradas en la hoguera, alimento de la ansiedad. La bronca y la impotencia se mastican. A mí el tiempo me enseñó que no son un buen placebo. Entiendo que el amor es un acto, un verbo, quizás hasta sea el remedio tan esperado. Entre todo lo indecible y caótico hay algunas certezas, como que me sigue calmando el jazz en piano y que te quiero seguir mirando de cerca.
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