Voluntad de poder
La historia es la historia de la voluntad de poder.
La historia, más que la historia de la lucha de clases,
es la historia de la voluntad de poder.
Desde las sociedades pre-clasistas, hasta hoy donde reina
la sociedad de la desigualdad basada en el poder económico, se ve como la
humanidad fue camino a la individualización, ya lo decía Marx, pero esta
individualidad no es producto sólo de la alienación, sino también de la
voluntad de poder. ¿Cómo ser poderoso en una sociedad de iguales? La sociedad
de clases se basa en la desigualdad, más allá del modo de producción
correspondiente (asiático, esclavista, feudal o capitalista), y esa desigualdad
es sostenida y profundizada por la sed de poder de cada individuo.
El mundo capitalista funciona de manera espectacular,
supera sus contradicciones internas crisis tras crisis, la reproducción del
capital se amplía más y más, los sujetos estamos cada vez más alienados, pero
nos gusta. Las personas disfrutan de la diferenciación, no pueden vivir sin
ella. Lo vemos en todos lados: Accesos privilegiados para algunos, ropa más
cara, barrios más caros, autos más caros, salones vip, etc. La gente disfruta
de la diferencia, la gente disfruta de mirar desde arriba a los demás. Por eso
cuando un grupo cuestiona el orden de cosas es tan atacado.
Quiero detenerme un momento en esos grupos que cuestionan
la estructura del sistema. Esos grupos, partidos políticos para ser más claro,
no rompen esa lógica, no logran escapar de la voluntad de poder. Así se explica
su verticalismo, y lo que es peor: su falso horizontalismo.
Las cosas a veces son simples, y hay dos caras: La verdad
(lo que se entienda por verdad, es decir, la idea que uno tiene sobre sí
mismo), y la farsa. La verdad es siempre preferible, aunque la farsa nos
mantenga cuerdos. Estos partidos son iguales a toda la sociedad, en ellos se ve
como se pisan cabezas por llegar más alto, aunque reivindiquen valores
socialistas, he sido testigo de la bastardeada a “compañerxs” por otros que
querían sobresalir. Sabemos que los mediocres sólo pueden figurar atacando a
los demás.
¿Entonces cómo generar una conciencia colectiva si dentro
de un grupo donde supuestamente conviven personas con el mismo ideal no se la
tiene y se generan estas muestras de la conciencia hegemónico-individualista?
La respuesta es que no se puede. La única manera de romper con esta voluntad de
poder es generando nuevas subjetividades, pero las personas que dicen llevar
adelante esa tarea siguen reproduciendo
lo peor del pensamiento humano, entramos en el terreno de un callejón sin
salida.
Sin embargo, todavía tengo esperanzas, quizás algún día
las semillas tiradas por gente honesta, esa gente que escasea pero existe, den
frutos. Quizás algún día las palabras estén demás y los actos hablen por si
solos. Quizás algún día superemos las mezquindades y nos propongamos la tarea
de construir una sociedad más justa. Quizás algún día, con algo de fortuna,
destronemos a la voluntad de poder y en su lugar se siente la empatía, el amor,
la igualdad, la honestidad, la fidelidad.
Mientras tanto nos digo a los que nos desvelamos con
preguntas para la formación de algo superador a ésto: no bajemos los brazos,
aunque los que nos rodean y se dicen compañeros estén llenos de puñales listos
para clavárnoslos por la espalda; aunque todos parezcan impermeables a nuestras
demandas; aunque todo parezca tan gris. Sigamos peleando, porque donde hay
poder hay resistencia, tenemos que construir y desconstruir, no importa cómo. Y
así fracasemos, seremos eternos, porque la vida no es lineal, la historia
tampoco lo es. Por último quiero decir que las cuentas se pagan, los que viven
con honestidad son beneficiados y no por Dios, sino por ellos mismos.
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